domingo, 18 de septiembre de 2011

LA PROCESION DE LAS ANIMAS

Doña Manuelita era una santa mujer; sumisa a su esposo don Camilo Briceño, bastante mayor para ella, tenía el puesto de Guarda nocturno en la antigua casa de Aduana y Agencia de Barcos "Ansaldo y Co". No tenían hijos pero aún así eran muy felices.
Sin embargo esta felicidad vino a menos, y el asunto casi le cuesta la vida a doña Manuelita, que se vio en alitas de cucaracha para que no se fuera al hueco. Y el motivo lo ocacionó la extraña y disparatada ocurrencia que el matrimonio tuvo de variar los métodos de vida que normalmente tienen los cristianos en todo el mundo.
Figúrese -nos decía la abuelita- que como el trabajo del marido era solo de noche, resolvieron variar los tiempos de comida y también los demás menesteres de un hogar corriente. De esta suerte, a las cinco de la tarde se levantaban de la cama, tomaban su desayuno, y en tanto don Camilo se iba a su trabajo, su mujer a sus quehaceres domésticos cotidianos, que antes solía hacer de día.
La gente gozaba con ellos, pero como eran tan buenos, nadie se metía a molestarlos y hay la iban pasando, ni envidiosos ni envidiados como dijo el poeta.
A las once de la noche le llevaba a su marido el almuerzo, a las tres de la madrugada un cafecito caliente con chilasquilas bien fritas, a las seis lo esperaba a comer y las ocho de la mañana se acostaban a dormir.
Así pasaron algunos meses y cuando ya se iba haciendo un hábito en ellos ese cambio en sus costumbres, he aquí que vino a ocurrirles lo siguiente:
Estaba doña Manuelita como a las doce de la noche un poco apurada en el lavado, restregando un poco de ropa en el patio, cuando oyó en dirección de la calle un rumor de gente rezando.
Extrañada y curiosa, salió a la puerta en el preciso momento que pasaba frente a su casa una procesión de gentes enlutadas. Iban rezando, llevando una cruz pequeña en una mano y en la otra una vela de esperma o de semillas de higuerilla, que eran las candelas de antaño.
Al cerrar su puerta una de aquellas personas le dijo tome, y le entregó una candelita.
Como estaba tan ocupada, distraídamente puso la vela por ahí un momento en un rinconcito atrás del baúl y se fue a hacer sus quehaceres. Dos días después volvió a ocurrir lo mismo y también una tercera y cuarta vez, y como en la primera ocasión, le entregaban la velita y ella la guardaba en el mismo rincón.
Un día amaneció, o mejor dicho atardeció enferma doña Manuelita y su marido la llevó al médico, pero como pasaba el tiempo y las medicinas no le hacían bien y estando sumamente delicada de salud, por consejo de las amistades don Camilo la llevó al sacerdote para que la confesara "por si acaso".
En realidad doña Manuelita estaba muy malita y el señor Cura creyó más conveniente suministrarle los Santos Oleos a fin de que en su ausencia no fuera a morir en pecado mortal.
Como el aposento estaba un poco oscuro pidió a una vecina que estaba ahí una vela, pero no encontrándose una a mano, le preguntaron a la enferma por el lugar donde solía guardarlas corrientemente, a lo cual ella señaló con el dedo el sitio donde tenía las que le habían regalado anteriormente en las procesiones.
La vecina hizo lo que se le ordenó, pero no encontró nada.
Aquí solo hay unos "huesitos" dijo y la ropa recién lavada de la señora.
Extrañado el señor Cura tomó en sus manos uno de aquellos huesos y al comprobar que eran humanos, se horrorizó y tirándolo a un lado hizo la señal de la cruz y se santiguo.
Sin poder explicarse aquello, el sacerdote procedió de inmediato a confesar a la enferma revelando ésta la rara procedencia de esas piezas humanas. Explicando luego su caso.
Manuela, le dijo, no puedo absolverte en nombre de Dios, Nuestro Señor, si no vas al cementerio a devolver eso.
Ya ve doña Manuelita, lo que le pasa por variar sus costumbres. Esa procesión que Ud. vio pasar es la procesión de las ánimas benditas, que salen todos lo lunes, a las doce de la noche y mientras no devuelva esos huesos las ánimas le estarán inquietando siempre y no podrá vivir o morir tranquila. Levántese como pueda y vaya al cementerio a enterrarlas y que Dios le dé fuerzas.
Gran revuelo causó eso entre el vecindario y una señora ya muy mayor le aconsejó a la enferma que se hiciera acompañar por dos niñitos, porque eso le ayudaría mucho para conseguir indulgencia. Doña Manuelita hizo todo lo que le aconsejaron y como en realidad ella era una buena mujer, no faltaron personas caritativas que le acompañaron en su triste misión al camposanto.
Y dicen algunos, que estuvieron presentes a la hora de enterrar los despojos que cuando echaba el último puñado de arena se escuchó una voz de ultratumba perdonándola.

4 comentarios:

  1. Trata de una señora, doña Manuelita y su esposo don Camilo, el trabajaba de noche, una tarde doña Manuelita escucho una procesión, entonces decidió salir y una señora le dio una vela, al día siguiente volvió a escuchar lo mismo, salió y le volvieron a dar una vela, ella las guardaba en un rincón, así sucedió una y otra y otra vez. Un día doña Manuelita se enfermo, su esposo la llevo al medico pero ella no mejoraba, una de sus amistades le dijo que llamara al sacerdote, este fue y le puso los Santos Oleos, como empezaba a oscurecer, le pidió a la vecina que tomara las velas que guardaba, la vecina no encontró nada mas que huesos, huesos humanos.
    Los llevaron con el sacerdote y este pidió que los fueran a dejar al cementerio.
    María Fernanda Sanabria García

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  2. Trata de una señora que una tarde escucho una procecion y ella siguio escuchando lo mismo y le dicen que la procesion que la vio pasar era la procesion de animas y se dice que a la hora de enterrar los despojos que cuando echaba el ultimo puñado de arena se escucho una vozde ultratumba MARTIN DOMINGUEZ HDEZ

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  3. SE TRATA DE UNA SEÑORA LLAMADA DOÑA MANUELITA Y SU ESPOSO DON CAMILO , UNA TARDE ESCUCHO UNA PROCESION Y FUE AHI Y UNA SEÑORA LE DIO UNA VELA Y AL DIA SIGUIENTE LO MISMO. LAS VELAS LAS GUARDABA EN UN RINCON. UN DIA SE ENFERMO Y SU ESPOSO LA LLEVO AL HOSPITAL PERO NO SE CURABA , SU AMIGA LE DIJO QUE LLAMARA AL SACERDOTE Y LO HIZO. EL SACERDOTE VINO Y LE PUSO ACEITE PERO NO FUNCIONO LE DIJO A LA AMIGA QUE TRAJERA LAS VELAS DE LA PROCESION.

    DAVID ESPEJO ESPINOSA

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  4. Pues trata de Doña Manuela que un día fué a una procesión y al terminar guardó su vela y así fué hasta qe un día se enfermó y llamron al padre. El padre pidió una vela pero cuando quieron buscar solo encontraron huesos humanos el padre ordenó que se los llevaran al cementerio.
    Highlander Emmanuel Fuentes Beltrán.

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